Tiempo Ordinario
Mira a tu alrededor, siente la brisa y experimenta el calor amoroso de Dios
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?, ¿por qué no vienes a salvarme?, ¿por qué no atiendes a mis lamentos? Dios mío, día y noche te llamo, y no respondes; ¡no hay descanso para mí! No te alejes de mí, pues estoy al borde de la angustia y no tengo quien me ayude.
Salmos 19:9-10
En un momento de mi vida pensé que, había llegado a lo más alto. Pensé que lo había alcanzado todo. Mi ministerio pastoral con la juventud estaba en su mejor momento, me había casado y económicamente me iba bien. Para mí, todo andaba perfecto. De momento, todo cambió. Las inseguridades comenzaron a apoderarse de mí. Sufrí el abandono de personas que consideraba muy cercanas. Y mi matrimonio en ese entonces se acabó. Es en ese mismo instante que sentí como el salmista, abandonado. Clamé, lloré, sentí coraje y frustración y hasta cuestioné.
Sin embargo, comprendí que aun en medio de mi tristeza, Dios seguía presente en mi vida dándome las fuerzas para seguir adelante. Comprendí que la presencia de Dios en mi vida no es sinónimo de librarme de cargas y problemas. Tampoco me hace inmune a la tristeza, las dudas y el dolor. Si no que, es la seguridad de que en medio de nuestras angustias el amor de Dios me llena de fuerzas y ánimos para continuar.
Pregunta para reflexión: ¿Cuántas veces el sentimiento de abandono te ha paralizado en tu caminar?
Dios, tu conoces mi dolor. Sabes que me he sentido muchas veces solo o sola. Conoces las muchas preguntas que hay en mí. Mas hoy quiero sentir tu abrazo y compañía. Ayúdame, Señor a encontrarte en la brisa que me arropa. Quiero sentir tu tierno abrazo en el calor del sol. Y renueva mis fuerzas para seguir adelante. Amén.
Levántate y camina. No estás solo, ni sola. Dios es. Dios está