Tiempo Ordinario
¿Alguna vez te has sentido sin palabras suficientes para hablar con Dios? ¡Si es así, te invito a prestar atención más allá de tu propia voz! Notarás que todo a nuestro alrededor habla de la vida que Dios nos regala.
El hombre es capaz de dominar toda clase de fieras, de aves, de serpientes y de animales del mar, y los ha dominado; pero nadie ha podido dominar la lengua. Es un mal que no se deja dominar y que está lleno de veneno mortal. Con la lengua, lo mismo bendecimos a nuestro Señor y Padre, que maldecimos a los hombres creados por Dios a su propia imagen. De la misma boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, esto no debe ser así.
Santiago 3:7-10
Las palabras que usamos tienen un poder extraordinario. Pueden ser empleadas para sanar, bendecir, construir y reconciliar como también para dañar, maldecir, derribar y provocar desunión. La parte verdaderamente increíble es que ambas tendencias pueden coexistir en nuestro interior, haciendo de nuestras palabras un arma de doble filo. Mas que cualquier otro escritor bíblico, Santiago advierte sobre el uso cotidiano de nuestras palabras, en especial cuando se trata de gente que ha conocido a Dios. Si hemos sido alcanzados por una palabra que nos reconcilia con Dios, entonces el producto no debe ser destructivo sino constructivo. Nuestras palabras deben mostrar unidad con Dios y unidad con las personas como gente que también porta su imagen. El escritor bíblico también menciona otra contradicción: somos capaces de dominar el ámbito externo de nuestra vida, mientras somos dominados en nuestro interior. Esto le resta vitalidad a nuestra existencia y distorsiona el diseño de Dios. Su expectativa es que se riegue la vida que nos regala y no el veneno mortal que producen las palabras hirientes.
Rev. Edgardo Fuentes Colón
Pregunta de discusión: ¿Qué otra exhortación bíblica viene a tu mente por la idea expresada por Santiago con respecto al poder la palabra hablada?
Dios, hazme consciente de la voz que me has dado para este tiempo y para el lugar en donde me has puesto. Esa voz ha sido dada con el propósito de bendecir a mi prójimo y para expresar el potencial de la vida que tu ofreces. Encomiendo la totalidad de mis palabras a ti, de tal forma que puedan dar gloria a tu nombre en momentos de alegría como también en momentos de adversidad. Inspira en mi todo aquello que construye y dame dominio propio para erradicar lo que destruye. Amén.
Que Dios comunique de maneras diversas y creativas todo aquello que produce vida en nuestro espíritu. Pido con el corazón que esa fuerza nos haga oidores atentos, hacedores proactivos y comunicadores de la vida plena que encontramos en Dios.