Tiempo Ordinario
Dios puede; Dios quiere; Dios lo hace.
Llegaron a Jericó. Y cuando Jesús ya salía de la ciudad, seguido de sus discípulos y de mucha gente, un mendigo ciego llamado Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. Al oír que era Jesús de Nazaret, el ciego comenzó a gritar: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!
Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más todavía: ¡Hijo de David, ten compasión de mí!
Marcos 10:46-48
Conocí a Daniel hace 17 años, en aquel momento él era un joven adulto. Vivía con su anciana madre; a causa de un gran trauma, ella tenía que alimentarlo y cuidarlo constantemente. El no salía de su cuarto para nada; allí estuvo años. Lamentablemente su madre muere y Daniel quedó solo y sin saber que hacer. Es bajo esa circunstancia que le conozco frente al templo de la iglesia de su barrio; sin bañarse por años, con hambre y sin hablar. Ante la necesidad que enfrentaba, en su interior reconoció que la iglesia, el cuerpo de Cristo, podía ayudarle. Aun sin palabras, su fe quedaba demostrada en acción. El evangelio de Marcos nos presenta a Bartimeo, un hombre ciego que al escuchar que Jesús estaba cerca, actuó pidiendo compasión. Le pedía a Jesús que se identificara con su dolor, con su necesidad. El reconoció su ceguera y reconoció quien tenía el poder para sanarle. Necesitamos aceptar lo que nos afecta, lo que nos causa dolor y más aun, reconocer que Dios tiene el poder para sanarnos. Solo nos resta tener fe y actuar.
Pastora Lilybeth Bosch
Pregunta para reflexionar: ¿Qué te causa dolor hoy? ¿En que necesitas que Dios muestre su compasión?
Dios, con sinceridad te digo, que me causa dolor….
necesito que me muestres tu compasión.
Amén.
Y ahora, gloria sea a Dios, que puede hacer muchísimo más de lo que nosotros pedimos o pensamos, gracias a su poder que actúa en nosotros.
Efesios 3:20