Tiempo Ordinario
Dios sueña con preparar banquetes, secar lágrimas, proporcionar una vida significativa y abundante, y hacer nuevas todas las cosas. Ése es el sueño que Dios nos invita a compartir, ¡un sueño que ya se está haciendo realidad!
En esta montaña, el Señor de las fuerzas celestiales preparará para todos los pueblos un rico festín, un festín de vinos selectos, de alimentos selectos ricos en sabor, de vinos selectos bien refinados. Se tragará en este monte el velo que está velando a todos los pueblos, el sudario que envuelve a todas las naciones. Se tragará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros; quitará la deshonra de su pueblo de toda la tierra, porque el Señor ha hablado. Ese día dirán, “¡Mirad! Este es nuestro Dios, a quien hemos esperado-¡y nos ha salvado! Este es el Señor, a quien hemos esperado; alegrémonos y regocijémonos en su salvación”.
Isaías 25:6-9
Siempre he sentido mucha ilusión por las cenas en las que todo el mundo trae un plato para compartir. Aunque siempre existe el riesgo de que no haya suficientes ensaladas y demasiados postres (¿es eso posible?), normalmente todo suele salir bien. Quizá no sea una comida perfectamente equilibrada, pero sí lo bastante equilibrada. Mis fiestas favoritas son cuando la gente trae sus especialidades, menús transmitidos de generación en generación que llevan su propio ADN cultural. Una visión del paraíso que tengo es exactamente este tipo de comida. Reunidos desde todos los puntos del globo, reunidos a través de todos los tiempos, cada uno de nosotros trae un regalo para compartir con los demás, tal vez algo por lo que hemos llegado a ser conocidos, algo exclusivamente nuestro. Nuestros dones se complementan, quizá no perfectamente, pero sí lo suficiente. Y lo bueno es que ahora podemos hacerlo, compartir nuestros dones unos con otros. ¡El sueño de Dios ya se está haciendo realidad!
Peter Hanson
Pregunta para ponderar:
¿Cuál es la mejor fiesta en la que has participado y qué la hizo tan buena?
Señor Dios, prepárame para compartir con los demás lo que es únicamente mío. Ayúdame a estar alegre y feliz sabiendo que eres Tú quien nos invita a todos a la fiesta.
Amén.
Como amado de Dios, estás invitado a compartir el sueño de Dios para el futuro, lleno de felicidad y esperanza, justicia y alegría. ¡El sueño de Dios ya se está haciendo realidad!