Journey to the Cross
Repite lo siguiente tres veces. Cuando hayas terminado, reflexiona sobre una cosa de la que puedas alegrarte hoy:
Inspira: «Este es el día que ha hecho el Señor».
Exhala: «Me alegraré y gozaré en ello».
Ocho días después, los discípulos se habían reunido de nuevo en una casa, y esta vez Tomás estaba también. Tenían las puertas cerradas, pero Jesús entró, se puso en medio de ellos y los saludó, diciendo: ¡Paz a ustedes!
Luego dijo a Tomás: Mete aquí tu dedo, y mira mis manos; y trae tu mano y métela en mi costado. No seas incrédulo; ¡cree!
Tomás entonces exclamó: ¡Mi Señor y mi Dios!
Juan 20:26-28
Parece que Jesús ya conocía la respuesta escéptica, o quizá simplemente malhumorada, de Tomás al perderse la aparición de Jesús a los discípulos ocho días antes. Y sin embargo, a diferencia de tantos sermones sobre el pobre Tomás, Jesús no le regaña, ni siquiera se burla de él. Jesús simplemente se pone delante de Tomás y le ofrece lo que Tomás dijo que necesitaba.
No se nos dice si Tomás cumplió realmente su declaración de que tenía que poner su dedo en las manos de Jesús. Se nos dice su inmediata confesión de fe: «Señor mío y Dios mío». Palabras de gran elogio, sin duda.
Nos preocupa tanto que si nuestra fe no es perfecta, si albergamos dudas, si tenemos preguntas, que Jesús se sienta decepcionado con nosotros. No es eso en absoluto lo que nos muestra esta historia. Más bien, una vez más, vemos a Jesús encontrándose con sus discípulos no donde ellos creen que deberían estar, sino justo donde están. Confiemos en que Jesús hará lo mismo con nosotros.
Jennifer Christenson
Pregunta para reflexionar:
Piensa en los momentos de duda que has tenido. ¿Puedes imaginarte a Jesús respondiéndote como lo hizo con Tomás?
Dios amoroso, gracias por encontrarme donde estoy y no donde creo que debo estar. Ayúdame a confiar en que siempre me encontrarás, en mi fe, en mis dudas, en mis preguntas, en mi esperanza. Amén.
Este es el día que ha hecho el Señor. Escucha cómo alaba la creación de Dios. Luego añade tu voz al canto, alabando todo lo que Dios ha hecho.