Tiempo Ordinario
Tener fe es confiarse al agua. Cuando nadas, no te agarras al agua, porque si lo haces te hundirás y te ahogarás. En lugar de eso, te relajas y flotas.
Alan Watts, La esencia de Alan Watts
Se levantó y dio órdenes al viento, y dijo al lago: «¡Silencio! Estate quieto!» El viento se calmó y se produjo una gran calma. Jesús les preguntó: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?»
Sobrecogidos de temor, se dijeron unos a otros: «¿Quién es éste? Hasta el viento y el mar le obedecen».
Marcos 4:39-41
En el campamento, cantamos una canción que dice: «Con Jesús en la barca, podemos sonreír en la tormenta, sonreír en la tormenta, sonreír en la tormenta. Con Jesús en la barca, podemos sonreír en la tormenta mientras navegamos…». Es una cancioncilla divertida, y no es en absoluto la vibración que siento al leer esta escena de Jesús, sus amigos y la tormenta.
Hay algo cómico en todo esto, ¿no? Los discípulos están aterrorizados de que éste sea su fin. Y Jesús está dormido. ¡En una almohada! No es una siesta del tipo «me quedé dormido en un viaje por carretera y me desperté con dolor de cuello». Es una elegante siesta «acurrúcate en una almohada». La yuxtaposición es sorprendente.
Nos apresuramos a cuestionar y dudar de la voz que tenía autoridad para dar existencia al agua y al viento. Como si el simple «silencio…» de Jesús no pudiera poner paz en el caos.
«¿Quién es éste, pues? Hasta los vientos y el mar le obedecen». (Marcos 4:41b CEB)
Sara Hunt-Felke
Pregunta para reflexionar:
¿Cuándo fue la última vez que sentiste una «gran calma» en tu propia vida?
Dios, que hoy te oiga pronunciar esas palabras «¡Silencio! Estate quieto!» sobre mis miedos y luchas con________.
Silencio sobre las tormentas de mi vida. Quietud en mi corazón.
Amén.
Cuando la paz como un río acompaña mi camino;
cuando las penas ruedan como olas de mar;
Cualquiera que sea mi suerte, Tú me has enseñado a decir,
«Bien está, bien está mi alma».
Horatio G. Spafford, «Bien está mi alma»