Tiempo Ordinario
«Oh alma, ¿estás cansada y atribulada?
¿No ves luz en la oscuridad?
Hay luz para mirar al Salvador,
Y la vida más abundante y libre».
“Vuelve tus ojos a Jesús”, estrofa 1
¡Que coman y se sacien todos los que sufren! ¡Que todos los que buscan al Señor le alaben! ¡Que sus corazones vivan para siempre! Cada parte de la tierra recordará y volverá al Señortodas las familias de todas las naciones te adorarán.
Salmo 22:26-27
Probablemente todos hemos estado alguna vez en esa situación: sentados en un restaurante con un grupo grande esperando la comida, cuando de repente aparece un camarero con comida sólo para unos pocos. Estos afortunados, quizá también desafortunados, se enfrentan a un dilema. ¿Esperamos a comer hasta que todos tengan su comida? O, puesto que se trata de una fiesta tan grande, y nuestros platos están listos, ¿tenemos libertad para comer?
En la mesa ideal de Dios, todos tienen qué comer. Todos son bienvenidos. En nuestro mundo imperfecto, no siempre es así. Debemos, pues, responder a dos preguntas muy importantes. ¿Es éste el momento de compartir lo que tengo con los necesitados? O, ¿llevo tanto tiempo esperando que ya es hora de disfrutar del festín?
La respuesta no está en ninguna de las dos preguntas. No se trata de mi propia decisión, sino de mi propia acción. ¿He provisto a los demás en la mesa? O, ¿ha sido mi elección de estar presente razón suficiente para que me alimenten? Sea cual sea tu camino personal, deja que esas preguntas posteriores, y sus respuestas, sean tu guía.
Daniel Potter
Pregunta para reflexionar:
En la mesa de Dios, ¿busco comer o estoy dispuesto a compartir la comida con los demás?
Dios bondadoso, en tu mesa hay abundancia para todos. Sin embargo, en nuestro mundo, hay quien tiene y quien no tiene. Guía mi atención hacia lo que más importa en cada situación. ¿Estoy aquí para compartir o para ser alimentado? En el nombre de Jesús, oramos. Amén.
«Vuelve tus ojos a Jesús,
Mira de lleno Su maravilloso rostro,
Y las cosas de la tierra se oscurecerán extrañamente,
A la luz de su gloria y de su gracia».
“Vuelve tus ojos a Jesús”, estribillo